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viernes, 25 de febrero de 2011

Un condenado a muerte se ha escapado (Un condamné à mort s'est échappé)

Un condenado a muerte se ha escapado (1956)

La historia comienza en abril de 1943. El jóven teniente Fontaine (François Letterier), miembro de la Resistencia, es capturado por los alemanes y, tras un fallido intento de fuga, queda recluido en la prisión de Fort Montluc. Desde el momento de su llegada a la prisión, encerrado en una minúscula celda, Fontaine comienza a planear su fuga, plan que se ve favorecido cuando es trasladado de celda a una situada en un piso superior de la prisión, cuya puerta de madera Fontaine comienza a perforar poco a poco, calculando minuciosamente a partir de ese momento todos sus pasos para consumar su huida de la prisión.

Al igual que hicieron otros cineastas franceses tras la finalización de la contienda mundial, el director Robert Bresson, dedicó un film al movimiento clandestino de la Resistencia contra la ocupación. Bresson elaboró el guión de la película a partir del relato autobiográfico homónimo de Andre Devigny, un miembro de la Resistencia capturado por los alemanes en abril de 1943, que tras ser enviado a la prisión de Montluc y sufrir torturas a manos del tristemente famoso jefe de la Gestapo Klaus Barbie, logró evadirse en compañía de otro recluso antes de que se ejecutara su condena a muerte, prevista para unos días más tarde. La historia de esta audaz y exitosa evasión atrajo la atención de Bresson, y decidió llevarla a la gran pantalla, siendo el segundo título dentro de su denominada “Trilogía de la Soledad”. Fiel a su manual de estilo, el realizador insistió en lograr el mayor realismo posible. De este modo, el rodaje tuvo lugar en la misma prisión de Montcluc donde se desarrollaron los hechos, y el propio Devigny le prestó al director los utensilios reales que había empleado en su fuga. Además, para conseguir una mayor veracidad, y como era norma habitual en sus películas, a la hora de elegir el reparto, Bresson recurrió a un casting de actores desconocidos, unos intérpretes anónimos que reforzaran la sensación de realismo de la historia.

En cuanto a la valoración, hay que decir que Un condenado a muerte se ha escapado, supone todo un brillante ejercicio de estilo visual y narrativo por parte de Bresson. Estamos ante la historia de, lisa y llanamente, un plan de fuga. Una idea de partida sencilla que Bresson sabe llevar mucho más allá gracias a su maestría visual, que nos muestra la minuciosa concepción y preparación del plan de fuga que Fontaine pretende llevar a cabo. A la vez, y gracias al uso de unos muy estudiados planos cortos y cerrados, el film logra trasladarle al espectador la claustrofóbica sensación de soledad que el protagonista experimenta encerrado en su celda.

Una sensación perfectamente narrada a lo largo de unos ajustados 95 minutos de metraje, que en conjunción con el uso que el director hace de las elipsis visuales, y los efectos de sonido, (que incluyen conversaciones a media voz, pisadas que se alejan, y ruidos en la galeria de celdas) logran meter al espectador en situación. Todo ello contribuye a crear un crescendo narrativo que alcanza su climax en unos veinte minutos finales plenos de intensidad dramática que muestran la ejecución de la fuga y que realmente mantienen en vilo al espectador, gracias a la maestria con la que Bresson combina tensión y angustia, sensaciones que se transmiten en gran medida al espectador gracias al inteligente uso de la acción y los sonidos que ocurren fuera de plano.

Entre los aspectos menos positivos, personalmente eché en falta algo más de desarrollo del personaje de Fontaine; así como cierta tendencia al esquematismo en los diálogos y los personajes secundarios, aunque sea comprensible que el director optara por esto,  dada la deliberada sobriedad que adopta la narración. En cualquier caso, hay que concluir que “Un condenado a muerte se ha escapado” es una película visualmente soberbia y muy intensa en el plano narrativo. Una buena historia de base, muy bien contada, y que recomiendo ver a todo el que no haya tenido la oportunidad de hacerlo.

Calificación: 7/10

viernes, 18 de febrero de 2011

Calle Madeleine número 13 (13 Rue Madeleine)

Calle Madeleine, número 13 (1947)

El oficial del OSS Bob Sharkey (James Cagney) recibe el encargo de adiestrar a un nuevo grupo de aspirantes a espías, el grupo 077. Cuando los aspirantes llegan al centro de entrenamiento, Sharkey recibe el aviso de sus superiores que uno de ellos es un agente alemán infiltrado. Pronto Sharkey descubre que este es Bill O´Connel (Richard Conte), en realidad un agente del Abwerh llamado Kuncel, pero decide seguir adelante con su entrenamiento para suministrarle a los alemanes información falsa a través de el. Sin embargo, cuando Lassiter es lanzado en paracaídas sobre Europa, mata a un agente y logra evadirse, poniendo en peligro toda la misión de espionaje organizada por el OSS en la costa francesa antes del Dia D.

Calle Madeleine número 13 es una película un tanto atípica, ya que rinde homenaje a los combatientes invisibles de la contienda mundial, los agentes de espionaje. En este caso, el director Henry Hathaway se inspiró parcialmente en la historia del director del OSS William Donovan, y del agente de inteligencia Peter Ortiz, que actuó como asesor histórico de la producción, para crear este intenso thriller de espionaje, ambientado en los meses anteriores al desembarco en Normandia. Como por aquel entonces las actividades e incluso la existencia de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) seguían siendo materia reservada, la productora recibió el aviso del gobierno de EEUU de que no mencionara al OSS en la película, omisión que se cumplió a la hora de preparar el guión del film, que en ningún momento menciona dichas siglas.

Entrado a valorar la película, hay que decir en primer lugar que se nota que se trata de un relato que bebe de fuentes muy cercanas a los hechos que narra. El realismo del film es absoluto, hasta el punto de que describe con un tono que por momentos parece casi documental, el entrenamiento de los agentes, su preparación para todo tipo de misiones secretas y las interioridades del mundo del espionaje. Un realismo que se ve reforzado por el hecho de que, como el mismo prólogo indica, la filmación tuvo lugar en las localizaciones reales que aparecen en la película. Con un ritmo bastante vivo, la película desgrana el doble juego entre los servicios de espionaje, cuando descubren que Lassiter es en realidad un agente enemigo, y como tratan de utilizarlo para desinformar al servicio de inteligencia alemán.

Me gustó especialmente el personaje de Sharkey, muy bien interpretado por James Cagney, y como este insiste en la necesidad de dejar de lado las consideraciones morales, afirmando que “En el espionaje, la única lealtad consiste en cumplir la misión, al precio que sea necesario”. Además las secuencias del entrenamiento, las peleas, e incluso los diálogos rezuman realismo, y por supuesto huyen de la heroicidad gratuita. De este modo, los espías son entrenados para mentir, robar y matar cuanto sea necesario, y se enfrentan al enemigo en una lucha a vida o muerte donde cualquier error se paga con la propia vida.

En conclusión, Calle Madeleine número 13, ofrece un más interesante relato acerca de las operaciones secretas del OSS durante la II GM. Es un título relativamente desconocido, pero que sorprende por sus elevadas dosis de realismo, su intenso ritmo narrativo, y la muy creíble atmósfera que logra crear para que el espectador se introduzca en la trama. De las mejores películas de espionaje que he visto.

Calificación: 7/10

domingo, 13 de febrero de 2011

Esta tierra es mia (This land is mine)


Esta tierra es mia (1943)

La historia nos sitúa en “algún lugar de Europa” (aunque se sobreentiende que es Francia) en 1941. La ocupación alemana somete a la población civil a privaciones de alimentos y a la pérdida de todas las libertades civiles. En medio de ese ambiente, Albert Lory (Charles Laugthon) un maestro de escuela de mediana edad, mediocre, acobardado y con un claro complejo de Edipo debido a la sobreprotección de su madre viuda, se enamora de la atractiva Louise Martin (Maureen O’Hara) una maestra de su misma escuela que además es su vecina. La anodina vida de Lory se verá complicada cuando la Resistencia comete varios actos de sabotaje, implicando a Paul, el hermano de Louise, lo que provocará que el comandante alemán de la zona, el Mayor Von Keller (Walter Slezack), comience a tomar rehenes entre la población, incluyendo al director del colegio, el Profesor Sorel, un convencido opositor antinazi.

Al hablar sobre su carrera cinematográfica en una entrevista concedida en los años 50, el director francés Jean Renoir, reconoció que no se sentía especialmente orgulloso de su película “Esta tierra es mia”, a la cual se refirió como “Mi propia proganda”. No en vano, Renoir, que había escapado de Francia tras la invasión alemana, tenía razones sobradas para dirigir una película propagandística contra la ocupación nazi, proyecto que pudo llevar a cabo en Hollywood, siendo financiado por la productora RKO. El estudió prestó su total respaldo al proyecto, de modo que Renoir pudo contar con dos estrellas consagradas como Charles Laughton y Maureen O´Hara para encarnar los papeles protagonistas. La película se estrenó además masivamente en los cines de EEUU en mayo de 1943, siendo muy bien acogida por un público en plena efervescencia patriótica, y que por aquel entonces se mostraba muy receptivo a este tipo de cine propagandístico.

Entrando a analizar el film, personalmente entiendo que Renoir no sintiera especial predilección por esta película de su filmografía. Y eso que no puede negarse que la película presenta algunos aspectos muy destacables, comenzando por las buenas interpretaciones del reparto, pasando por algunas secuencias memorables (como la de la angustia de Lory durante el bombardeo) y terminando en un emotivo desenlace. Sin embargo, personalmente encuentro que el aspecto evidentemente coyuntural de la trama no ha resistido del todo bien el paso del tiempo. Un aspecto que sí me gustó es el retrato que se hace de los alemanes a través del Mayor Von Keller, un retrato sorprendentemente equilibrado para la época. De este modo, Keller no es el típico oficial malvado y fanático, sino que aparece retratado como un hombre práctico, que incluso trata de evitar represalias innecesarias contra la población civil, una humanización del enemigo que es muy enriquecedora.

No obstante, en líneas generales, al conjunto de la narración le faltan unas mayores dosis de ritmo y de intensidad dramática. Además, hay algunos giros de los personajes que no resultan muy creíbles, especialmente la transmutación final del acobardado profesor Lory en un valiente y decidido opositor a los ocupantes. En ese sentido, suele recordarse de este film el monólogo que Lory pronuncia durante su juicio, en el que además de denunciar la hipocresía de los comerciantes que se enriquecen gracias a la guerra y el mercado negro, pronuncia un apasionado alegato en defensa del sabotaje y de la resistencia activa contra la ocupación. Un monólogo que muchos consideran memorable, pero que a mi me pareció un tanto forzado, amén de poco creible. Personalmente, encuentro mucho más emocionante la escena final, en la que Lory lee a sus alumnos varios artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, antes de ser detenido por los alemanes; una escena que condensa a la perfección el mensaje de la película.

En conclusión, pese a no tratarse de una de las mejores películas propagandísticas made in Hollywood, Esta tierra es mía sí que ofrece varios aspectos cinematográficos dignos de estima, aparte del carisma interpretativo del gran Charles Laughton. Un clásico que, pese a no ser de todo redondo, merece la pena ver.

Calificación: 6/10

jueves, 10 de febrero de 2011

Los verdugos tambien mueren (Hangmen also die)

Los verdugos también mueren (1943)

Praga, mayo de 1942. Tras el asesinato del Reichsprotektor de Bohemia-Moravia, Heydrich, apodado el “El Verdugo”, a manos de la resistencia checa,  el Doctor Svoboda (Brian Donlevy), autor del crimen, trata de huir desesperadamente de la policía alemana, consiguiéndolo finalmente gracias a la ayuda de una desconocida, Nasha Novotny (Anna Lee), quien envía a sus perseguidores en otra dirección. Tras una angustiosa huida, Svoboda se refugia finalmente en casa de la familia Novotny con nombre falso. Mientras la Gestapo, con el inteligente inspector Alois Gruber (Granach Alexander) a la cabeza, busca por toda Praga al autor del asesinato, las fuerzas de ocupación comienzan a tomar rehenes entre la población de la ciudad, incluyendo al padre de Nasha, con la amenaza de fusilarlos si no aparece el responsable de la muerte de Heydrich.

En 1933 Joseph Goebbels, Ministro de propaganda del Reich, le propuso a Fritz Lang, el director de la mítica Metropolis, presidir los estudios de la UFA, la productora estatal alemana. La respuesta de Lang, cuyas ideas eran radicalmente opuestas al nazismo, fue huir precipitadamente de Alemania, primero a Francia, y finalmente con destino a EEUU, a donde llegó en 1936, iniciando en tierras americanas la segunda etapa de su carrera cinematográfica. En este caso, Los verdugos también mueren supuso el séptimo largometraje realizado por Lang en Hollywood, llevando a la pantalla una historia apócrifa basada en la muerte del Reichsprotektor Reinhard Heydrich, mortalmente herido en Praga el 27 de mayo de 1942, tras un atentado ejecutado por agentes checos del Servicio Secreto Británico. Puesto que los detalles del asesinato de Heydrich no se conocían cuando se rodó el film, Lang tomó como punto de partida el mismo para construir una historia ficticia que homenajeara a la resistencia antinazi en Europa. El guión fue elaborador por otro alemán emigrado, el famoso dramaturgo Berltolt Brecht, junto con el guionista John Wexley, en la que supuso la única colaboración acreditada de Bretch en una película de Hollywood.

Los verdugos también mueren puede considerarse una de las mejores películas antinazis producidas durante la contienda. La mano de Lang se nota desde el primer minuto (atención a la secuencia que abre el film, con un Heydrich absolutamente amenazante dirigiéndose a una audiencia de personalidades) y consigue dotar al relato de una atmósfera inquietante y opresiva, construida en torno a unos personajes que se mueven en el filo de la navaja. Además, Lang consigue ir bastante más allá del simple vehículo de propaganda, y en cambio, ofrece un relato que combina elementos típicos de cine negro, thriller policiaco, y denuncia política. El film, además constituye todo un alegato en defensa de las libertades individuales y una sentida reivindicación de la dignidad del pueblo frente a los opresores y las injusticias. Todo ello narrado en pantalla con el indiscutible sello visual de Lang, con el uso de planos y enfoques que muestran las raíces expresionistas del realizador austriaco. Por ponerle algún “pero” quizás podría señalarse el punto relativamente artificioso que adquiere la trama cuando los miembros de la resistencia intentan implicar al traidor Czaka en el asesinato, un aspecto de la trama que no me pareció muy creíble, aunque encaje bien en el posterior desenlace de la misma.

En el apartado interpretativo, destacan por encima de todo las actuaciones de Granach Alexander, encarnando al astuto y avispado inspector de la Gestapo Gruber, (para mi gusto, el mejor personaje de la película) y Gene Lockhart que da vida al empresario cervecero Czaka, el traidor de la resistencia.

En resumidas cuentas, Los verdugos también mueren es una película muy estimable dentro de la filmografia del gran Fritz Lang. Sin llegar a ser una Obra Maestra, ni tampoco uno de los trabajos más sobresalientes de su director, sí es uno de esos títulos cuya maestria visual y narrativa hacen que el paso de los años no le afecten, pudiendo ser disfrutados por espectadores de cualquier época. Una película definitivamente muy recomendable.

Calificación: 7/10

lunes, 7 de febrero de 2011

Kukushka

Kukushka (2002)

La historia comienza en el frente de Laponia, en Septiembre de 1944. En castigo por su intento de deserción, el soldado finés Vekjo es abandonado y encadenado en una colina, armado con un fusil y con algunas provisiones para que actúe como francotirador suicida. Poco después llega casualmente al mismo lugar Ivan, un capitán ruso arrestado por supuestas actitudes anticomunistas, que ve como el jeep que lo traslada es atacado por aviones enemigos, quedando herido. Ambos serán acogidos por Anni, una campesina lapona viuda, que vive en una solitaria granja cerca del lugar. A partir de ese momento se establecerán una serie de peculiares relaciones entre los tres personajes, incapacitados para comunicarse entre sí por hablar distintos idiomas, y obligados a convivir en ese remoto paraje.

Kukushka es una reciente producción rusa, dirigida por el realizador Aleksandr Rogozhkin, que fue además el encargado de escribir el guión del film. El título Kukushka (“El Cuco”) hace referencia a la forma en que los rusos llamaban a las posiciones de los francotiradores fineses, además de referirse támbien al apodo familiar que el personaje de Anni, la campesina lapona, afirma llevar.

La historia de Kukushka es la de un relato de claros tintes antibelicistas, reuniendo a unos personajes en principio antagónicos en un remoto y aislado paraje, imposibilitados para comunicarse entre sí por la barrera idiomática y obligados a entenderse. Un punto de partida argumental que recuerda mucho al del film de John BoormanInfierno en el Pacífico”, si bien en este caso el personaje femenino de Anni viene a añadir un punto de vista neutral a los dos hombres en principio enemigos. Lo mejor del film se encuentra, bajo mi punto de vista, en la primera media hora de metraje, en la que, con un ritmo pausado pero con acierto, el director nos va presentando a los personajes a la vez que muestra las inhóspitas condiciones climáticas del lugar, mediante un sugerente uso de las imágenes que suple la ausencia de diálogos. Sin embargo, una vez que los tres personajes se reúnen, la película no termina de encontrar el hilo adecuado para desarrollar los temas que plantea en profundidad.

Y esto se debe principalmente a que, al final todo se queda en una colección de situaciones un tanto deslavazadas, y algunos diálogos no exentos de cierta comicidad, provocados por la incapacidad de los personajes para entenderse mutuamente. Pero el aspecto humano y antibélico que, a priori, ofrecía la historia no acaba de desarrollarse y da la sensación de que podía haberse sacado mucho más jugo a la misma. Y ello pese al más que correcto trabajo interpretativo del trio de actores protagonistas, todos ellos desconocidos, pero que cumplen con solvencia en sus respectivos papeles, pese a las limitaciones de un guión al que le falta un punto mayor de imaginación.

Pese a ello, no puede negarse que Kukushka ofrece una historia no totalmente novedosa, pero sí con un punto de originalidad que hacen que no esté exenta de interés. Un título que agradará a los amantes del cine europeo, aunque ofrezca una historia que hubiera podido dar más de sí de haberse narrado con mayor maestría.

Calificación: 5,5/10

jueves, 3 de febrero de 2011

Camino a la libertad (The Way Back)

Camino a la libertad (2010)

La acción comienza en Polonia, en 1940. El oficial del ejército polaco Janusz (Jim Sturgess), prisionero de los sovieticos, es condenado por actividades de espionaje tras ser falsamente denunciado por su mujer. Semanas después, Janusz es enviado a un Gulag en Siberia junto con  otros cientos de prisioneros considerados peligrosos por el régimen de Stalin. Allí, en medio de un entorno hostil, Janusz conocerá a otros compañeros como el peligroso criminal Valka (Colin Farrel) o Smith (Ed Harris), un norteamericano retenido también sin motivos reales para ello. Todos ellos, en compañía de otros prisioneros planearán una arriesgada fuga y una huida hacia extremo oriente cruzando a pie una vasta extensión de la URRS.

Siete años después de haber filmado su último trabajo con la estimable “Master and Commander”, el realizador australiano Peter Weir ha retomado la dirección con este relato de tintes épicos ambientado en el siniestro sistema de prisiones (o Gulags) de URSS. Con un guión basado en distintas fuentes, pero que bebe principalmente del relato autobiográfico del escritor polaco Slavomir Rawicz, titulado The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom (“La increíble caminata, la verdadera historia de una expedición hacia la libertad”), la película aborda un tema –el de los prisioneros de guerra en la URSS y su épica huida- que recuerda mucho al de la producción alemana “Hasta donde los pies me lleven”, si bien Weir ha contado con unos medios de producción mucho más lujosos que los de su predecesora. Es reseñable que se ha cuestionado la veracidad de la historia que Rawicz cuenta en su libro, e incluso se ha llegado a especular con que el autor en realidad fue liberado por los sovieticos tras la invasión alemana, y se limitó a plasmar en su obra las historias oídas de otros prisioneros que efectivamente lograron escapar del Gulag. En cualquier caso, el mismo Weir ha afirmado que su película aborda “Una historia ficticia basada en hechos reales”.

Entrando a valorar el film, la verdad es que en sus aspectos formales, Camino a la libertad ofrece el toque artesanal propio de las producciones de Weir. En ese aspecto, la fotografía, la ambientación y las secuencias filmadas en unos espectaculares paisajes exteriores son de primer nivel. Sin embargo, en el plano narrativo, bajo mi punto de vista esta película no alcanza los mismos niveles de intensidad dramática que sí conseguía transmitir Master and Commander. La primera parte del film, que muestra el ambiente del Gulag, condensa para mi gusto lo mejor de la narración, combinando una inteligente presentación de los personajes con una muy realista descripción de las atroces condiciones de los campos de reclusión stalinistas.

Sin embargo a partir del momento de la fuga –filmado, por cierto, con poco dramatismo- la película se vuelve mucho más convencional, mostrando una serie de peripecias que viven los protagonistas a lo largo de su extenso recorrido que se antojan un tanto lineales y faltas de capacidad para sorprender al espectador, más alla de las espectaculares secuencias panorámicas de turno. Y ello pese a la introducción de escenas de acción que están muy bien filmadas, y también pese al buen hacer interpretativo de los actores principales entre los que destacan el siempre eficaz Ed Harris, y Jim Sturgess; pese a lo cual a la película le falta un “plus” para emocionar al espectador.

En definitiva, “Camino a la Libertad” se queda en un correcto relato de tintes épicos, con un aspecto formal y visual muy pulido, pero algo falto de nervio en el apartado narrativo. Pese a ello, es una historia interesante y bien filmada, que no desmerece un visionado.

Calificación: 6/10