El niño con el pijama de rayas (2008)
La plácida infancia berlinesa de Bruno (Asa Buttefield), un niño de 8 años de caracter inquieto, se ve alterada cuando su padre, un oficial de la SS, es trasladado a un nuevo puesto en el campo, lejos de la capital y de sus amigos. En su nueva residencia, Bruno, privado de sus compañeros de juegos se aburre mortalmente hasta que un día, explorando los alrededores de su casa descubre la existencia del campo de concentración que dirige su padre. Alli se encuentra casualmente con Shmuel (Jack Scanlon), un niño judio de su misma edad, internado en el campo junto con su familia. Mientras la amistad entre ambos niños va creciendo, Bruno irá descubriendo que la vida de su amigo y de los judios prisioneros en el campo está bastante lejos de ser normal, sin que él entienda los motivos por los que son tratados de esa manera.
El tristemente célebre tema de Holocausto judío se ha convertido, especialmente a lo largo de las dos últimas décadas, en un filón casi inagotable de inspiración para artículos de prensa, novelas, libros y, por supuesto, películas. Para describir este fenómeno, resulta especialmente apropiada la frase que en una ocasión lei entre las declaraciones de un afamado escritor: “Basta inventar una historia, ponerle una esvástica… y ya tenemos un best seller”. Algo parecido debió pensar el joven escritor irlandés John Boyne cuando alumbró la idea de la historia de su novela “El niño del pijama de Rayas”. Un libro que como el mismo autor reconoce, tuvo terminado en apenas tres días y que se convirtió casi inmediatamente en un enorme éxito de ventas internacional, siendo traducido a veinte idiomas. No es de extrañar, por tanto, que aprovechando el tirón comercial del libro de Boyne, se haya realizado la adaptación cinematográfica del mismo en un lapso de tiempo bastante breve desde la aparición de la novela.
En cuanto a la valoración del film, si hay una palabra que puede predicarse de “El niño con el pijama de rayas” es la corrección. Una corrección que abarca prácticamente todos los ámbitos de la película, incluyendo una adecuada puesta en escena, un ritmo narrativo pausado pero no lento, y unas interpretaciones (especialmente por parte del dúo de niños protagonistas) no sobresalientes pero sí bastante creíbles. El problema, como suele suceder con la mayoría de adaptaciones de textos literarios, estriba en que la historia, pese a ser bastante fiel a la novela, elimina ciertos matices de la narración literaria que son importantes en el libro; y sobre todo, acorta determinadas escenas, con el resultado de que estas quedan un poco deslavazadas al verse reflejadas en el film. Quizás algunos minutos más de metraje no habrían venido mal para explicar mejor determinados pasajes de la historia, especialmente en lo tocante a como se traba la fuerte amistad entre Bruno y Shmuel, algo que en la película se narra de manera un tanto brusca.
En cualquier caso, hay que reconocer que la historia de “El niño del pijama de Rayas” tiene gancho y sabe captar el interés del lector o espectador. La perspectiva que ofrece la inocencia infantil de un niño enfrentado a los horrores del holocausto y a una crueldad que no comprende resulta ciertamente conmovedora. Pero en mi opinión a la película le falta más fuerza para desarrollar el tema, el cual no termina de ser desarrollado con eficacia. Se nota el afán de los guionistas por huir de la truculencia, buscando un punto de equilibrio entre crudeza y sensiblería, pero quedándose a medias en el camino. Esto se hace especialmente patente en la forma en como se narra el desenlace, quizás un tanto inverosímil, pero que en la novela resulta mucho más devastador a como se retrata en el film, en el que el final –al menos para mi gusto- resulta demasiado sobrio a la vez que excesivamente contenido. En ese sentido, el film peca más por defecto que por exceso.
En definitiva, “El niño del pijama de rayas” parte de una buena idea original que no termina de ser del todo bien desarrollada, aunque hay que reconocerle su innegable capacidad de conectar con la sensibilidad del espectador, si bien el fondo de la historia no ofrece nada especialmente novedoso ni impactante. Por otro lado, como apuntaba antes, opino que el film se ha quedado algo corto a la hora de trasvasar ciertos detalles y matices que eran importantes en la novela, con el resultado de que la historia resulta menos emotiva en la pantalla que en el libro. Por ello, aunque no podemos decir que sea una mala película (de hecho, he de reconocer que me la esperaba peor), esta se queda en un film simplemente correcto y sin excesivos alardes. Pero opino sinceramente que la historia daba para bastante más, de haberse contando con más brio y sobre todo, corazón.
Calificación: 5,5/10
La plácida infancia berlinesa de Bruno (Asa Buttefield), un niño de 8 años de caracter inquieto, se ve alterada cuando su padre, un oficial de la SS, es trasladado a un nuevo puesto en el campo, lejos de la capital y de sus amigos. En su nueva residencia, Bruno, privado de sus compañeros de juegos se aburre mortalmente hasta que un día, explorando los alrededores de su casa descubre la existencia del campo de concentración que dirige su padre. Alli se encuentra casualmente con Shmuel (Jack Scanlon), un niño judio de su misma edad, internado en el campo junto con su familia. Mientras la amistad entre ambos niños va creciendo, Bruno irá descubriendo que la vida de su amigo y de los judios prisioneros en el campo está bastante lejos de ser normal, sin que él entienda los motivos por los que son tratados de esa manera.
El tristemente célebre tema de Holocausto judío se ha convertido, especialmente a lo largo de las dos últimas décadas, en un filón casi inagotable de inspiración para artículos de prensa, novelas, libros y, por supuesto, películas. Para describir este fenómeno, resulta especialmente apropiada la frase que en una ocasión lei entre las declaraciones de un afamado escritor: “Basta inventar una historia, ponerle una esvástica… y ya tenemos un best seller”. Algo parecido debió pensar el joven escritor irlandés John Boyne cuando alumbró la idea de la historia de su novela “El niño del pijama de Rayas”. Un libro que como el mismo autor reconoce, tuvo terminado en apenas tres días y que se convirtió casi inmediatamente en un enorme éxito de ventas internacional, siendo traducido a veinte idiomas. No es de extrañar, por tanto, que aprovechando el tirón comercial del libro de Boyne, se haya realizado la adaptación cinematográfica del mismo en un lapso de tiempo bastante breve desde la aparición de la novela.
En cuanto a la valoración del film, si hay una palabra que puede predicarse de “El niño con el pijama de rayas” es la corrección. Una corrección que abarca prácticamente todos los ámbitos de la película, incluyendo una adecuada puesta en escena, un ritmo narrativo pausado pero no lento, y unas interpretaciones (especialmente por parte del dúo de niños protagonistas) no sobresalientes pero sí bastante creíbles. El problema, como suele suceder con la mayoría de adaptaciones de textos literarios, estriba en que la historia, pese a ser bastante fiel a la novela, elimina ciertos matices de la narración literaria que son importantes en el libro; y sobre todo, acorta determinadas escenas, con el resultado de que estas quedan un poco deslavazadas al verse reflejadas en el film. Quizás algunos minutos más de metraje no habrían venido mal para explicar mejor determinados pasajes de la historia, especialmente en lo tocante a como se traba la fuerte amistad entre Bruno y Shmuel, algo que en la película se narra de manera un tanto brusca.
En cualquier caso, hay que reconocer que la historia de “El niño del pijama de Rayas” tiene gancho y sabe captar el interés del lector o espectador. La perspectiva que ofrece la inocencia infantil de un niño enfrentado a los horrores del holocausto y a una crueldad que no comprende resulta ciertamente conmovedora. Pero en mi opinión a la película le falta más fuerza para desarrollar el tema, el cual no termina de ser desarrollado con eficacia. Se nota el afán de los guionistas por huir de la truculencia, buscando un punto de equilibrio entre crudeza y sensiblería, pero quedándose a medias en el camino. Esto se hace especialmente patente en la forma en como se narra el desenlace, quizás un tanto inverosímil, pero que en la novela resulta mucho más devastador a como se retrata en el film, en el que el final –al menos para mi gusto- resulta demasiado sobrio a la vez que excesivamente contenido. En ese sentido, el film peca más por defecto que por exceso.
En definitiva, “El niño del pijama de rayas” parte de una buena idea original que no termina de ser del todo bien desarrollada, aunque hay que reconocerle su innegable capacidad de conectar con la sensibilidad del espectador, si bien el fondo de la historia no ofrece nada especialmente novedoso ni impactante. Por otro lado, como apuntaba antes, opino que el film se ha quedado algo corto a la hora de trasvasar ciertos detalles y matices que eran importantes en la novela, con el resultado de que la historia resulta menos emotiva en la pantalla que en el libro. Por ello, aunque no podemos decir que sea una mala película (de hecho, he de reconocer que me la esperaba peor), esta se queda en un film simplemente correcto y sin excesivos alardes. Pero opino sinceramente que la historia daba para bastante más, de haberse contando con más brio y sobre todo, corazón.
Calificación: 5,5/10