El Motin del Caine (1954)
La historia nos sitúa en 1944. El dragaminas norteamericano USS Caine recibe a su nuevo comandante, el capitán Phillip Queeg (Humphrey Bogart) un hombre apegado al estricto cumplimiento de las ordenanzas navales, que pronto se granjeará la enemistad de la tripulación por su exagerado sentido de la disciplina. La actitud neurótica de Queeg llevará a uno de los oficiales del Caine, el Teniente Keefer a convencer al segundo oficial, el Teniente Maryk, de que Queeg puede padecer algún tipo de trastorno sicológico que le incapacita para ostentar el mando del buque. Por esta razón, cuando en medio de un violento tifón el capitán Queeg pierde los nervios, Maryk decide relevarlo y tomar el control del barco, lo cual le acarreará ser juzgado en un consejo de guerra por amotinamiento, siendo defendido en el curso del mismo por el Teniente Greenwald (José Ferrer).
Hay varias razones por las cuales El Motin del Caine tiene ganado un pequeño hueco en la historia dorada del Hollywood clásico. Esta película supuso la vuelta a la dirección del brillante realizador canadiense Edward Dmytryck, tras varios años apartado de la industria cinematográfica debido a su implicación en la tristemente célebre Caza de Brujas del Comité de Actividades Antiamericanas del senador McArthy. Tras su vuelta a Hollywood, Dmytryck fue llamado por el afamado productor Stanley Kramer, en la que iba a ser la última gran producción de este antes de pasarse a las tareas de dirección. Kramer había adquirido los derechos de la novela del escritor Herman Wouk titulada “The Caine Mutinity” publicada en 1951, la cual se habia alzado con el premio Pulitzer tras convertirse en un arrollador best-seller en EEUU, e inmediatamente pensó en Dmytryck para dirigir la adaptación cinematográfica, cuyo rodaje iba a tardar más de un año en comenzar debido a las reticencias del Departamento de Defensa de EEUU para respaldar la producción, aspecto que era esencial para sacar adelante el proyecto.
Finalmente, Kramer pudo convencer a los responsables de la Armada para que le prestasen su colaboración, recalcando en los títulos de crédito iniciales que la historia era ficticia y que nunca se había producido un motín en un buque de la marina estadounidense. La película se convirtió desde su estreno en un arrollador éxito en taquilla, siendo uno de los mayores éxitos comerciales de la productora Columbia, e incluso recibió 7 nominaciones a los oscars de 1955, aunque finalmente no se alzó con ninguna estatuilla. Entre los entusiastas espectadores del film se encontraba un por aquel entonces jóven británico llamado Maurice Joseph Micklewhite, quien decidió adoptar el nombre del barco como su apellido artístico, haciéndose llamar en lo sucesivo Michael Caine.
Finalmente, Kramer pudo convencer a los responsables de la Armada para que le prestasen su colaboración, recalcando en los títulos de crédito iniciales que la historia era ficticia y que nunca se había producido un motín en un buque de la marina estadounidense. La película se convirtió desde su estreno en un arrollador éxito en taquilla, siendo uno de los mayores éxitos comerciales de la productora Columbia, e incluso recibió 7 nominaciones a los oscars de 1955, aunque finalmente no se alzó con ninguna estatuilla. Entre los entusiastas espectadores del film se encontraba un por aquel entonces jóven británico llamado Maurice Joseph Micklewhite, quien decidió adoptar el nombre del barco como su apellido artístico, haciéndose llamar en lo sucesivo Michael Caine.
Pese a no ser una película bélica al uso -ya que las escenas de acción brillan totalmente por su ausencia- El Motin del Caine constituye un intenso ejercicio cinematográfico de crescendo narrativo hasta llegar al climax final del juicio, que supone un brillante desenlace y punto culminante de la narración. Una narración que gravita en torno a la mayestática interpretación de Humphrey Bogart como el paranoico y despótico Capitan Queeg que en una de sus más memorables citas afirma: "En este barco hay cuatro maneras de hacer las cosas: la buena, la mala, la de la Marina y la mia". En medio de ello, la película nos ofrece una interesante reflexión acerca de temas como el deber, el sentido de la obediencia o el honor, temas que se condensan a la perfección en el tercio final del metraje, dedicado a la corte marcial, y en el que brilla con luz propia la interpretación de José Ferrer en el papel de enérgico abogado de la defensa, que logra poner finalmente en evidencia a Queeg, en una secuencia memorable que, por cierto, parece que inspiró en bastante medida la también memorable secuencia de Jack Nicholson en el tribunal de Algunos hombres buenos.
Con tantos aspectos brillantes en su haber, es una pena que El Motín del Caine no llegara a la categoria de Obra Maestra, lo cual puede achacarse a varios factores. Como el propio Dymitryk reconoció años después, la primera versión del guión contemplaba un metraje de tres horas de duración en el que se desarrollaban más a fondo los personajes. Sin embargo, Kramer entendió que esta versión del libreto no era la más conveniente desde el punto de vista comercial, así que decidió acortar sensiblemente la duración e introducir una subtrama romántica que no aporta nada de interés a la historia, y que resulta más bien cargante para el espectador. Otro aspecto que le resta puntos al film radica en el tono forzadamente patriotero de algunas de las escenas, asi como un monólogo metido con calzador que pronuncia el personaje de José Ferrer tras el juicio, y la dedicatoria del film, que fue –como no podía ser de otro modo- para la US Navy. Está claro que esto puede considerarse como el peaje que hubo que pagar para contar con la colaboración de la Armada en la producción del film.
En definitiva, El Motin del Caine es un título clásico de obligado visionado que nos regala una de las mejores interpretaciones del gran Humphrey Bogart, en la que iba a ser una de sus últimas películas. Una gran película lastrada por algunos aspectos coyunturales, pero sin duda, uno de esos Films que hay que ver al menos una vez.
Calificación: 7/10