Sin destino (2005)
Gyorgy Köves, es un joven judío hungaro de catorce años residente en Budapest, cuya vida se ve repentinamente sacudida cuando su padre es enviado a un campo de concentración. Gyorgy comienza entonces a trabajar en una fábrica, hasta que un día es apresado en un control de carretera y enviado junto con otros judios al campo de concentración de Auschwitz. A partir de ese momento, el protagonista iniciará un duro periplo por varios campos de exterminio nazis, donde conocerá el horror, el hambre y las penalidades, aunque también aprenderá la importancia de valores como la esperanza, la dignidad o la amistad.
Gyorgy Köves, es un joven judío hungaro de catorce años residente en Budapest, cuya vida se ve repentinamente sacudida cuando su padre es enviado a un campo de concentración. Gyorgy comienza entonces a trabajar en una fábrica, hasta que un día es apresado en un control de carretera y enviado junto con otros judios al campo de concentración de Auschwitz. A partir de ese momento, el protagonista iniciará un duro periplo por varios campos de exterminio nazis, donde conocerá el horror, el hambre y las penalidades, aunque también aprenderá la importancia de valores como la esperanza, la dignidad o la amistad.
A estas alturas, teniendo en cuenta la cantidad de películas y documentales que se han hecho sobre el holocausto judío y el genocidio nazi, resulta bastante difícil ofrecer algo minimamente original o novedoso respecto a este infame episodio de la historia del S. XX. Pese a ello, el director de fotografía y realizador húngaro Lajos Koltai, ha ofrecido una de las más recientes aproximaciones al tema del genocidio nazi, adaptando la novela homónima de tintes autobiográficos escrita por el premio Nobel húngaro Imre Kertész, basándose en sus propias experiencias cuando fue deportado a un campo de concentración en 1944.
Apuntaba antes la dificultad de ofrecer algo novedoso a la hora de tratar el tema de holocausto, hecho por el que resulta doblemente meritorio el que “Sin destino” lo haya logrado en buena medida. En primer lugar, llama la atención el hecho de que no solo se denuncie la barbarie nazi, sino también la colaboración de buena parte de la población húngara, (ejemplificada en la escena en la que el policía húngaro trata de extorsionar a sus prisioneros judíos a cambio de agua) y también de aquellos presos de los campos que abusaron de sus privilegios a costa de sus compañeros. También es destacable que en su enfoque, y aun viviendo el horror de los campos, el personaje del joven Gyorgy aun encuentra lugar para la amistad, la ternura e incluso la alegría, unos matices que dotan de una inusitada humanidad a los personajes. Finalmente, también hay que reseñar la excelente recreación de los escenarios y la puesta en escena, la cual, unida a una magnífica fotografía (se aprecia aquí el oficio técnico de Koltai), la cual sirve para realzar el ambiente opresivo que se retrata, mediante el uso predominante de unos tonos de color apagados y cenicientos, que dotan de un innegable halo de veracidad a la narración.
Sin embargo, no todo alcanza la excelencia en este film. Lo cierto es que la historia acusa una marcada falta de ritmo en su primera hora, y también se resiente por el excesivo uso que se hace de las elipsis y “fundidos a negro” en su segunda mitad. Sin embargo, hay que reconocer que, tras el inicio un tanto plomizo, la película sabe remontar el vuelo conforme avanza la trama e ir captando gradualmente la atención del espectador, aunque el tono desapasionado de la narración hace que la historia no termine de fascinar completamente al espectador.
Por otra parte, el film se apoya en una muy buena interpretación del joven protagonista Marcell Nagy, bien secundado por el resto de actores; así como en unas secuencias bastante logradas. De entre estas destaca la que nos muestra la larga espera de los prisioneros en formación para un recuento obligados a permanecer en pie durante horas, mientras sus cuerpos extenuados se agitan intentando no perder el equilibrio, una bellísima metáfora visual soberbiamente filmada mediante la alternancia de planos cenitales y travellings laterales, secuencia que me pareció lo mejor del film.
Además, la buena factura estética de la película se ve respaldada por la banda sonora compuesta por Ennio Morricone, que acompaña bastante bien los momentos culminantes del film. En resumidas cuentas, “Sin destino” nos ofrece una nueva visión alternativa acerca del drama que sufrieron millones de seres humanos recluidos en los campos de concentración. Y lo hace ofreciendo una historia honesta y de hondura humana, y en la que se echa en falta principalmente algo más de continuidad en el ritmo de la narración, lo que hubiera elevado aun más su categoría cinematográfica. Con todo, no cabe duda de que se trata de una película bastante estimable y que resulta aleccionadora en más de un sentido.
Calificación: 6,5/10